jueves, 22 de septiembre de 2011

Detenciones policiales, confesiones espontáneas y condenas tremebundas.

Por Acratosaurio Rex
 Esta noche, compañeros y compañeras, se me apareció Jesucristo y me dijo «soy Jesús, cree en mí ateo repelente». Le respondí: «no, no creo en ti especie de majadero». Me regañó: «reptil de poca fe, ¿necesitas tocar para creer?, palpa las heridas de mis manos y de mi costado [las toco, aunque sea antihigiénico] ¿Ahora crees en mí?». Le digo: «Pues no cacho perro, no creo, pero…, ¿puedo tocarte la minga?». Y se cabrea el Señor: «¡lagarto inmundo, escéptico y cínico incapaz de salvarte!, ¡qué leches necesitas para creer!» Pienso un momento y le sugiero: «podrías convertirte en cabra, subirte a este bote de tomate, y cantar “Bésame mucho”?».  Y dicho y hecho, lo hace, y no solo eso, sino que materializa un grupo de mariachis que le acompañan con mucho sentimiento. Acabada la función, vuelve a la carga: «Bien idiota, ¿ahora crees en mí?». Y con mucha calma le aclaro el asunto: «no imbécil. No creo en ti». Así nos hemos pasado la noche.
 Tal como se veía venir (1),  la Audiencia de Barcelona mostró sus colmillos carniceros y manda a una joven inocente a pasar ocho años sometida a un entorno tenebroso por un delito inexistente. Ni aunque el fiscal se abra las tripas con un cuchillo embotado en mi presencia, ni aunque ella acepte los cargos para aliviar la condena, creería yo en los hechos que imputa a la compañera. No, no creo. Un sobre con pólvora (dicen los peritos) que envió al responsable de penales y mazmorras con ánimo de matarlo. Una carta que no podía estallar y que no podía asesinar ni a una hormiga, y cuya capacidad destructiva era menor que una ejecución de hipoteca, y pescan a la compañera, y le meten ocho años de cárcel. Sobran los comentarios. Tan solo le puedo desear que resista la prueba con buen ánimo. Valor Tamara.
 Para más INRI, la prensa publicita muy satisfecha (2), saltándose la presunción de inocencia, y sin contrastar la versión policial con la del detenido, que ha sido trincado José, un presunto vegano y presunto anarquista por haber (esto no dicen que sea presunto) colocado diversos artefactos incendiarios en establecimientos comerciales durante un año y pico. No sabían bien los jundos si se trataba de gamberrismo o de terrorismo (la cosa varía dependiendo de quién cometa el delito), pero sin cortarse un pelo, van a montar una acusación de mil diablos, para coger al hombre, meterlo en la mazmorra y tirar la llave. Dice la poli que el compañero  ha reconocido los hechos, y yo afirmo, que no me lo creo. Valor José.
 La pistola en la mano, el muerto en el suelo, la habitación cerrada, entra la poli, ¿qué se dice? Yo no he sido. Si se afirma lo contrario, es muy sospechoso. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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Notas

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