Extracto del libro "Socialismo del siglo XXI" de Heinz Dieterich Steffan
«Los países comunistas, igual que los capitalistas [...] sólo pueden realizar históricamente el regreso a la economía equivalente a un nivel superior, si combinan la teoría sobre el valor del trabajo con el principio de la equivalencia. Entonces, el salario equivaldrá al tiempo de trabajo invertido, independientemente de la edad, del sexo, del estado civil, del color de la piel, de la nacionalidad, del tipo de trabajo, del esfuerzo físico, de la preparación escolar, del desgaste, de la habilidad, de la experiencia profesional, de la entrega personal al trabajo; independientemente también, de la pesadez del trabajo y de los peligros que implique para la salud. En pocas palabras: el salario equivale directa y absolutamente al tiempo laborado. Los precios equivalen a los valores, y no contienen otra cosa que no sea la absoluta equivalencia del trabajo incorporado en los bienes. De esta manera se cierra el circuito de la economía en valores, que sustituye a la de precios. Se acabó la
explotación de los hombres por sus prójimos, es decir, la apropiación de los productos del trabajo de otros, por encima del valor del trabajo propio. Cada ser humano recibe el valor completo que él
agregó a los bienes o a los servicios.
»Este proceso sencillo, claramente comprensible, que cambia las bases de la economía, está sujeto a algunas condiciones. Habrá que incluir en la teoría sobre el valor del trabajo todas las actividades humanas que trasciendan el autoabastecimiento del individuo. Se trata, ante todo, de actividades que hoy día se reúnen bajo el término “servicios”: el trabajo que realizan los médicos, jueces, enfermeros, mecanógrafos, carteros, abogados, maestros, dirigentes de plantas industriales, operadores de camión, directores, barrenderos, cocineros, ministros, peluqueros, periodistas, tipógrafos; en pocas palabras, todas las actividades cuyos resultados no entran directamente a los bienes.
»Cuando hayamos analizado el tiempo invertido y, en consecuencia, el valor de cada bien, podremos reducirlo a un común denominador con los servicios mediante el cálculo del tiempo invertido. Esta conmensurabilidad de los servicios con los trabajos de la producción (que sólo se puede lograr deduciendo ambos de la medida de valor objetiva, absoluta), pone a toda la economía bajo un principio uniforme, y su circuito puede cerrarse sobre una base equivalente: una base que siempre empieza con el individuo y concluye con él; una base que en la era de la economía global —que radica en la condición de que cada ser humano tenga la misma categoría, el mismo valor y los mismos derechos— incluye a todo individuo, independientemente del tipo de actividad que realice.
»También las actividades que hoy en día todavía tienen como fin el enriquecimiento personal, tienen que incluirse, en la medida en que la economía las necesite. En esto, el comercio se limita a la distribución de los bienes, su transporte y almacenamiento; estas actividades, como acciones necesarias en un mundo con división del trabajo, se convierten en una parte del valor y tienen que remunerarse como cualquier otro trabajo: conforme al tiempo laborado. Normas similares deben aplicarse a los dueños de empresas que no pertenecen al comercio, sino a la producción. Después de que desaparezca su ganancia, su actividad empresarial —que como cualquier otro trabajo forma parte proporcional de los bienes— debe pagarse de manera equivalente, mientras la economía tenga una estructura jerárquica y, por lo tanto, siga manteniendo una organización militar que requiera de su actividad. En la actualidad, ésta es la situación en casi todos los países.
»Más difícil es, regular el trabajo materializado o acumulado. Al socializarse los medios de producción, este porcentaje del valor que forma parte de cualquier nuevo bien, favorecería a la comunidad representada por el Estado, la cual también está obligada a renovar y modernizar los medios de producción. Si se mantuviera la propiedad privada en los medios de producción, el porcentaje del valor que resulte del trabajo materializado y que se integraría en los bienes, podría seguir siendo parte de los ingresos del empresario. Combinados con la obligación de una completa reinversión, aquí podrían conservarse algunos elementos estructurales de la economía noequivalente en la transición a la economía equivalente. El suelo y los recursos naturales se convertirían en propiedad común, tal como fue el caso durante la mayor parte de la época de la economía local equivalente. Pero no como en aquel entonces, cuando estaban disponibles ilimitadamente para todo el mundo, como el aire y el agua, sino como un bien valioso controlado por el Estado, cuya conservación y utilización debe tener prioridad para toda la humanidad ante cualquier interés particular.
»Para poder asegurar el derecho a la vivienda y habitación para todos los hombres, la comunidad que está organizada en el Estado, tiene que ordenar el uso del suelo y de los inmuebles conforme a
las necesidades generales. Todas las actividades públicas que no crean valores (como la educación, la atención médica, la previsión para el retiro, la jurisprudencia, la administración) podrían pagarse
mediante los impuestos conforme al tiempo laborado. La equiparación de los trabajos de la producción con la prestación de servicios, sugiere el uso del mismo nombre para ambas actividades,
para lo cual se ofrece la palabra “esfuerzo” (Leistung). De esta manera, todo el curso de la economía se reduce a esfuerzos individuales para satisfacer las necesidades generales de la mejor
manera posible. El principio de equivalencia queda realizado en todos los niveles por medio de la equivalencia entre esfuerzo y compensación (Gegenleistung).
»La transición hacia la economía equivalente es facilitada y activada por la rápida computarización de la economía, administración y vida privada, ya que el entrelazamiento de la
producción, la distribución, el consumo y la prestación de servicios puede garantizarse por medio de la computadora: la averiguación mundial de las necesidades (inclusive las prioridades de estas
necesidades), la dirección de la producción (inclusive la construcción de nuevas plantas de producción), y la distribución de los bienes y servicios, podrían ser manejadas por computadoras
desde ahora mismo. El inventor de la computadora, el profesor Konrad Zuse, llamó “socialismo computarizado” a este orden económico, cuando combina el principio de la equivalencia con la
teoría sobre el valor del trabajo.
»La acumulación de la riqueza y la acumulación de la pobreza, también en su polarización, son procesos que dependen uno del otro, por lo cual sólo pueden resolverse juntos. Si todas las mercancías en el mundo se intercambiaran con base en el tiempo laborado contenido en ellas (tal vez tendrían que pagarse sólo siete mil trescientos sacos de café por una locomotora; es decir, tantos
como los obreros en Brasil cosechan durante el mismo tiempo que se requiere para construir una locomotora), esta nueva relación de precios entre los productos naturales y los productos industriales, traería consigo la necesaria igualdad de derechos económicos de los pueblos entre sí.
Terminaría tanto la sobresaturación en los países industrializados, como el hambre en los países en vías de desarrollo.
»Esta elevación del nivel de vida de los pueblos pobres del mundo, por cuenta de los pueblos ricos de Europa, Norteamérica y Japón; su participación igualitaria en los frutos de la técnica moderna, como estaría relacionada con la realización mundial del principio de la equivalencia, es una consecuencia necesaria del reconocimiento del principio de la igualdad de derechos de todos los pueblos. [...] Sin embargo, como la secular explotación colonial del noventa por ciento del mundo, por parte de los europeos, ha sido la base de la industrialización europea-estadunidense, se ofrece la idea de no aplicar el porcentaje del valor del trabajo materializado por un tiempo transitorio, al intercambiar los bienes equivalentemente en la era de la economía global, sino de aportarlo como un bien común de la humanidad, sin aplicación de valor, como el suelo, las riquezas del subsuelo y los recursos naturales. Esto representaría una reparación histórica de la explotación que los pueblos
no-europeos sufrieron por parte de los pueblos dominantes europeos, puesto que no es una coincidencia que la industria moderna partió de aquella Gran Bretaña que fundó su riqueza en la venta de millones de africanos a Norteamérica y después explotó a una cuarta parte del mundo como su territorio colonial. De esta manera, históricamente, los países industrializados europeos son sólo fiduciarios de la industrialización lograda por todos los pueblos del mundo, bajo inmensos sacrificios; y con el intercambio no-equivalente no hacen otra cosa que estafar a los pueblos noeuropeos
diariamente con la parte que les corresponde históricamente, de la riqueza que se genera hoy día.
»Y deberíamos tener presente lo siguiente: los países no-industrializados de este mundo no están subdesarrollados, sólo se desarrollaron de otra manera que los países industrializados. Por esta razón, hoy en día, rinden menos técnicamente. [...] La industrialización, que pretenden todos los
países del mundo con todos los medios disponibles..., es injustificable ecológicamente. Pero, en muchos países sería innecesaria, si su existencia también estuviera asegurada sin la
industrialización, dispensable en la estructura económica mundial. De esta manera se podría lograr un reparto natural del trabajo entre los Estados que ya no competirían uno con otro. De manera que, también podrían perder su sentido las revoluciones, que en nuestro siglo se están abriendo paso en
forma cada vez más violenta, ya que cualquier revolución tiene como objetivo el mejoramiento de la situación de los pobres, es decir, básicamente el principio de la equivalencia. Si la revolución sólo logra la sustitución de una economía no-equivalente por otra, entonces fracasa. En este sentido, han fracasado todas las revoluciones hasta nuestra época. Desde 1917 se iniciaron una serie de revoluciones que, en principio, se distinguieron de todas las anteriores: tuvieron éxito porque lograron un acercamiento a la equivalencia. Sin embargo, los países comunistas no debieron haber
parado en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Tenían que realizar el canje de mercancías a su valor real (suma de todo el tiempo laborado contenido en él), y tenían que
efectuar la remuneración únicamente conforme a la suma del tiempo de trabajo invertido individualmente; quiere decir, que su economía tenía que hacerse equivalente. Pero ningún país podía lograr esto, si no le seguía el resto del mundo, ya que el principio de la equivalencia a largo plazo sólo puede realizarse a nivel mundial.
»En la era de la economía global, el principio de equivalencia posibilita al hombre a que deje de basar su relación con la naturaleza en el dominio y en la explotación. [...] Nuestra economía noequivalente, orientada únicamente en la ganancia, ya está consumiendo el doble de los recursos de lo que la naturaleza puede regenerar. Este abuso sin límites, a costa de las futuras generaciones, puede conducir a la extinción de la especie humana en un futuro no muy lejano. [...] El desarrollo y la aplicación de la medida del valor objetiva, absoluta, traerán la era de la economía equivalente inmediatamente. Sin embargo, pueden fomentar un acercamiento de los precios y salarios a los valores, y conseguir así un cambio paulatino de la economía en el sentido de la equivalencia. Si nos ponemos a pensar que la transición mundial de la economía equivalente hacia la economía no-equivalente fue un proceso que se ha extendido por miles de años, entonces, también habrá que atribuirle una importancia histórica al más mínimo cambio en dirección a la economía equivalente.»
Aquí no hay propiedades, hay unidad, hay solidaridad, hay humanismo, hay seres humanos intentando salir juntos de este fango que es el sistema que nos controla, atemoriza y confunde.
...
"Alimenta, Cuida y Ama a tu Hij@, para que el sistema pueda explotar su Cuerpo, embotar su Mente y destruir su Alma"
Koan
domingo, 10 de abril de 2011
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Una idea de forma de valorizar algún bien, así como se ha hecho con el tiempo empleado en producirlo. Cuanto se ha deteriorado el medio, la tierra. Un trabajo para idear la forma de medir las equivalencias del deterioro del ambiente versus el bien producido.
ResponderEliminarPura basura.. otro q vivio en alicia en el paus de las maravillas.. fumo de la cucuteña antes de escribir este panfleto
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