En realidad, Bradley Manning, Julian Assange y Edward Snowden son notarios, fiscales de lo evidente, pues a estas alturas todos sabemos que los gobiernos están, en mayor o menor medida, al servicio de oscuros poderes fácticos. Se necesita estar cegado por la fe, o ser muy cándido, para creer aún que las instituciones del poder obedecen a otros fines que los de su propia perpetuidad; para creer que son lo que ellas mismas quieren hacernos creer que son; y para creer que sus objetivos son aquellos que ellas mismas nos aseguran que son. Sabemos que no es así.
Sabemos que las cajas fuertes, las tribunas y los tribunales, los púlpitos y los ejércitos no están al servicio de los pueblos, convertidos en rehenes y a los que arteramente dicen servir.
Sabemos que la misión de la policía y de los servicios de inteligencia no es la de velar por nuestra seguridad, sino la de vigilar, espiar y controlar nuestras vidas en pro de la seguridad y de la permanencia en el poder de las minorías que lo detentan.
Sabemos que son esas minorías las primeras que burlan la ley e incumplen sus solemnes promesas y juramentos.
Sabemos que, secuestrada, la soberanía reside en dicha minoría que la ejerce impune y arbitrariamente a su antojo.
Sabemos que si mañana cualquiera de nosotros, gente común, denunciara al gobierno, entre otras muchas cosas por estafa, atraco a ejército armado, apropiación indebida, fraude contractual, alta traición, abuso de autoridad, malos tratos, expolio del territorio y acoso mediático, no habrá en el mundo juez ni justicia que admita a trámite tan legítima como fundada denuncia.
Sabemos que dicho intento quedaría, como mucho, reducido a una anécdota curiosa reflejada en una breve reseña sarcásticamente redactada, perdida entre las innumerables pamplinas y la abundante publicidad de la prensa local.
Situados en una de las “zonas restringidas” que circundan al poder, Manning, Assange y Snowden han tenido acceso a las pruebas concretas de las trampas y abusos perpetrados por un poder cada día más hegemónico y totalitario. Hasta donde sabemos, Manning, Assange y Snowden no son los traidores sino tres personas entre las muchas que denuncian y ponen en evidencia a quienes sí lo son.
Sin embargo, no son los datos desvelados lo que más preocupa y daña al poder –los códigos, las formas y las estrategias pueden cambiarse–, es la conciencia que lo acusa, la desobediencia que lo desarma y el cuestionamiento que lo despoja de legitimidad.
por Loam http://arrezafe.blogspot.com.es/2013/06/bradley-manning-julian-assange-y-edward.html
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