jueves, 6 de junio de 2013

Bakunin en el siglo XXI

Hace[r] saltar a una determinada época fuera del transcurso homogéneo de la historia; así hace saltar también a una determinada vida fuera de su época, y a una determinada obra fuera de la obra completa de una vida […] La obra singular está conservada y superada en la obra completa, lo mismo que en la obra completa la época y en la época el curso entero de la historia.

De los que vendrán no pretendemos gratitud por nuestros triunfos, sino rememoración de nuestras derrotas

Walter Benjamin
BakuninEl 30 de mayo de 1814 o el 20 de mayo de 1814 (Cappelletti, 1986) o el 11 de mayo de 1814 (Lehning, 1999) nació Mijail Bakunin. La fecha exacta en el tiempo cronológico no importa mucho, a fin de cuentas el tiempo cronológico es una temporalidad homogénea y vacía, lo que nos importa es el calendario. El calendario de lucha, organización y rebelión que se puede evocar desde la vida, la acción y el pensamiento de Bakunin.
En la tradición libertaria hay un rechazo a identificarse y nombrarse a partir de una persona ―no existen los proudhonianos, ni los bakuninistas, ni los kropotkianos― (Graeber, 2011), existe la negativa a pensar que un individuo puede ser el centro del pensamiento y la acción de un movimiento en el que han participado y dado su vida cientos de miles o quizá millones de colectividades e individualidades a lo largo de más de 150 años de existencia del horizonte libertario. Esta tentativa de evocar los primeros tiempos del anarquismo en particular y de toda la historia del movimiento libertario en general, a partir de una vida, la vida Mijail Bakunin, y viceversa, no se hace para exaltarlo ni para darle un lugar superior a los demás militantes libertarios de su época.
Traer al tiempo del ahora la vida y lucha de Bakunin nos increpa a los militantes anarquistas del presente, nos hace recordar una pluralidad de posicionamientos ético-políticos, formas de hacer política y de organización que potencian tentativas autogestivas de ruptura, existencias rebeldes y en tensión. Pensar para volverlo parte de nuestra memoria insumisa a Bakunin significa la irrupción de un hacer pensante anti-estatista y anti-capitalista, anti-patriarcal y anti-teologista, es decir, contra la dominación, contra la división de la sociedad entre unos que mandan y otros que obedecen.
El hacer militante de Mijail Bakunin es parte de una constelación insurrecta que desde el mundo del trabajo se enfrentó al capital y al Estado. Es parte de un movimiento que existió en todo momento de forma instituyente, recurriendo a la creatividad y la imaginación, recreando las prácticas y el pensamiento, soñando y luchando por lo imposible.
En ese instante de insubordinación, donde está inserto Bakunin, se dieron las bases de un movimiento que rompió, desde su origen y hasta el día de hoy, con la dicotomía izquierda-derecha, fue más allá, pues se posicionó-posiciona contra toda forma de dominación. Se configuró como un movimiento que ha rechazado en todo momento la formula autoritaria que piensa que el fin justifica los medios, pues reconoce que de acuerdo a los medios y al método será el mundo que se construya.
Con Bakunin y la constelación rebelde de la que es parte, surge el anarquismo socialista y revolucionario, un anarquismo que entiende la política como la acción directa de los interesados mismos para resolver sus propias necesidades e intereses, un anarquismo que reconoce que la emancipación es un acto de auto-emancipación, donde se acabe con los jefes y las vanguardias.
La vida de Bakunin evoca una irreductibilidad ética que caracteriza a una buena cantidad de los militantes libertarios, una ética que se niega a crear relaciones utilitarias con los otros, que rechaza cualquier forma de poder coercitivo y de autoritarismo, que niega la dominación del hombre sobre la mujer. Una ética que no separa la militancia de la vida diaria.
Cuando las corrientes dominantes de izquierda revolucionaria decían que el sujeto de la revolución era el proletariado, en la versión más abierta, o el obrero industrial europeo, en las interpretaciones más ortodoxas. Anarquistas como Bakunin expresaron que el sujeto revolucionario es cualquier persona y colectividad en el instante en que desobedece, cuando se insubordina y resiste contra la dominación. Cuando se organiza e instituye su hacer y pensar en el sentido de la rebelión. Ser un sujeto revolucionario no está determinado por el lugar de nacimiento ni por la clase a la que se pertenece, como una cuestión preestablecida, abstracta, ser sujeto revolucionario es luchar contra la opresión desde lo que cada quien es y para dejar de ser lo que somos, para destruir las relación sociales de dominación, explotación y patriarcales.
Con Bakunin, con los anarquistas de la Internacional Antiautoritaria que nació en el Jura suizo en 1872 y con cada iniciativa libertaria que irrumpe en América, Asia y Europa en la segunda mitad del siglo XIX, germina una forma de organización y de hacer política que rechaza la forma-partido y cualquier tipo de jerarquía en la acción política, recurren a la afinidad, la complicidad, la confianza y a las formas federativas-descentralizadas de organización. Con el socialismo revolucionario, como se hacían llamar los libertarios de ese tiempo, nació el sindicalismo revolucionario y anarquista, surge como contraposición de los partidos, pues es una forma de organización que se nutre desde las necesidades sujetos en lucha en el ámbito de trabajo, como enfrentamiento directo contra los patrones y el Estado, mediante las huelgas salvajes y el sabotaje cotidiano, actos que desembocaban de tanto en tanto en revueltas generalizadas.
Las sociedades secretas que promueven Bakunin y los libertarios de esa época evocan los grupos de afinidad libertarios, espacios de lucha y organización donde se reconoce la libre iniciativa y el libre acuerdo, donde lo que une es la confianza y la amistad, colectivos que están en movimiento y recreándose de acuerdo a sus necesidades, imaginación y creatividad.
La actitud política de Bakunin que resuena en el movimiento libertario a lo largo de su historia, es el rechazo a la postura autoritaria y utilitarista que se contenta con estarse aprovechando de la coyuntura, montándose en las luchas y resistencia de los otros para dirigirlas, reconducirlas u obstruirlas, como lo ha hecho la izquierda estatista de todos los tiempos. Los zapatistas del EZLN hace poco nos volvieron a recordar que no se trata de aprovechar la coyuntura, sino de crearlas; el movimiento anarquista en sus momentos instituyentes se ha abocado a crear tentativas insurreccionales y de rebelión que fuera capaces de poner en cuestión y trastocar las relaciones sociales de dominación.
En el ahora-tiempo nos sigue resonando Bakunin, nos increpa y nos cuestiona. Nos fuerza a seguir en el horizonte ético-político anti-estatista, anti-capitalista y anti-teologista, en horizonte de la autonomía como proyecto, que existe en cada tentativa de lucha y rebelión donde se recurra a la auto-organización, a la acción directa, a la afinidad y la descentralización. Con Bakunin nos encontramos en la perspectiva de una revolución social de la vida cotidiana, donde se insurreccione la vida, destruyendo las relaciones sociales y significaciones de dominación y se creen relaciones sociales y significaciones en el sentido de la autogestión generalizada, de la vida como poesía.


Marcelo Sandoval Vargas
Centro de Estudios y Documentación Anarquista – Francisco Zalacosta
Fuente: http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/24813

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