¿Sirve de algo la “no violencia”? Por supuesto que sí: sirve para
revelar a la clase trabajadora la verdadera cara del Estado y sus
cuerpos de represión. Debido a la brutalidad desplegada por las
herramientas represivas del capitalismo, la clase trabajadora llegará a
la conclusión (por sí misma y basado en su propia experiencia) de que la
“no violencia” es inútil para acabar con un sistema que se basa en el
uso intensivo e indiscriminado de la violencia de manera directa e
indirecta. A lo largo de la historia, ninguna clase dominante ha
abandonado el poder pacíficamente y, por desgracia, el momento que
vivimos ahora no va a ser una excepción (la realidad cotidiana no deja
de confirmar esta afirmación).
Nuestro papel en la lucha revolucionaria no puede ser el de un charlatán que convenza a l@s trabajador@s con su verborrea agraciada o con sus juegos lógico-deductivos. Debemos sembrar semillas en la clase trabajadora para que, en el momento correspondiente, sea el propio trabajador y trabajadora, de manera consciente y por propio convencimiento, quien asuma el protagonismo de las diferentes etapas del proceso revolucionario. En el caso que nos ocupa ahora, debe ser la clase trabajadora, por su propia experiencia, la que rechace la “no violencia” como método para acabar con el capitalismo, y debe ser la propia clase trabajadora, por convencimiento propio, la que acepte el siguiente paso de la lucha: la violencia revolucionaria destinada a acabar con banqueros, grandes empresarios y sus perros de represión (el Estado, la policía, el ejército, la casta política corrupta y los servicios secretos), una guerra de clases abierta y sin tapujos, donde la clase opresora deberá ser eliminada como tal a manos de la clase trabajadora.
¿Las acciones “no violentas” son una pérdida de tiempo, una lucha inútil? No, en la medida que quitan la máscara a la hipócrita y falsa “paz social” capitalista. ¿Las personas que creen en la “no violencia” y la practican en la lucha social, son idiotas o contrarrevolucionarios? No, sencillamente son personas que emplean un método de lucha equivocado que les conducirá a un inevitable callejón sin salida. Aunque a nivel revolucionario la “no violencia” sea un método ineficaz, no deja de ser una fase lógica en la toma de conciencia de las masas. No podemos olvidar el carácter profundamente conservador de la clase trabajadora, que la hace tender a un “status quo” de aparente calma social, fruto de siglos de costumbres, adoctrinamientos y lavados de cerebro promovidos y ejercidos por la clase dominante, cuyo máximo estandarte es la moral humanista, que convenientemente rechaza todo tipo de violencia (salvo cuando la ejerce la clase dominante, directa o indirectamente).
Por último ¿Debemos participar en acciones “no violentas” aunque tengamos el convencimiento de que tales acciones son ineficaces, por sí solas, para acabar con el sistema capitalista? Sí, por supuesto, siempre que sean acciones aprobadas por asambleas populares libres, igualitarias y horizontales; siempre que esas asambleas estén compuestas mayoritariamente por trabajadores y trabajadoras; siempre que tengamos la total libertad, desde un posicionamiento crítico y respetuoso con l@s integrantes de la asamblea, de expresar nuestra disconformidad ante la lucha “no violenta”, argumentando clara y pacientemente nuestra oposición, y aceptando la decisión de la mayoría de la asamblea. En un primer momento no nos harán caso (¿y por qué deberían hacerlo?). Pero, en un día cada vez más cerca, cuando la dura realidad del sistema capitalista desmorone las falsas creencias humanistas del conjunto de la clase trabajadora, la semilla que plantamos en su día terminará por germinar.
Juanjo Muñoz Fuente:Portal OACA
Nuestro papel en la lucha revolucionaria no puede ser el de un charlatán que convenza a l@s trabajador@s con su verborrea agraciada o con sus juegos lógico-deductivos. Debemos sembrar semillas en la clase trabajadora para que, en el momento correspondiente, sea el propio trabajador y trabajadora, de manera consciente y por propio convencimiento, quien asuma el protagonismo de las diferentes etapas del proceso revolucionario. En el caso que nos ocupa ahora, debe ser la clase trabajadora, por su propia experiencia, la que rechace la “no violencia” como método para acabar con el capitalismo, y debe ser la propia clase trabajadora, por convencimiento propio, la que acepte el siguiente paso de la lucha: la violencia revolucionaria destinada a acabar con banqueros, grandes empresarios y sus perros de represión (el Estado, la policía, el ejército, la casta política corrupta y los servicios secretos), una guerra de clases abierta y sin tapujos, donde la clase opresora deberá ser eliminada como tal a manos de la clase trabajadora.
¿Las acciones “no violentas” son una pérdida de tiempo, una lucha inútil? No, en la medida que quitan la máscara a la hipócrita y falsa “paz social” capitalista. ¿Las personas que creen en la “no violencia” y la practican en la lucha social, son idiotas o contrarrevolucionarios? No, sencillamente son personas que emplean un método de lucha equivocado que les conducirá a un inevitable callejón sin salida. Aunque a nivel revolucionario la “no violencia” sea un método ineficaz, no deja de ser una fase lógica en la toma de conciencia de las masas. No podemos olvidar el carácter profundamente conservador de la clase trabajadora, que la hace tender a un “status quo” de aparente calma social, fruto de siglos de costumbres, adoctrinamientos y lavados de cerebro promovidos y ejercidos por la clase dominante, cuyo máximo estandarte es la moral humanista, que convenientemente rechaza todo tipo de violencia (salvo cuando la ejerce la clase dominante, directa o indirectamente).
Por último ¿Debemos participar en acciones “no violentas” aunque tengamos el convencimiento de que tales acciones son ineficaces, por sí solas, para acabar con el sistema capitalista? Sí, por supuesto, siempre que sean acciones aprobadas por asambleas populares libres, igualitarias y horizontales; siempre que esas asambleas estén compuestas mayoritariamente por trabajadores y trabajadoras; siempre que tengamos la total libertad, desde un posicionamiento crítico y respetuoso con l@s integrantes de la asamblea, de expresar nuestra disconformidad ante la lucha “no violenta”, argumentando clara y pacientemente nuestra oposición, y aceptando la decisión de la mayoría de la asamblea. En un primer momento no nos harán caso (¿y por qué deberían hacerlo?). Pero, en un día cada vez más cerca, cuando la dura realidad del sistema capitalista desmorone las falsas creencias humanistas del conjunto de la clase trabajadora, la semilla que plantamos en su día terminará por germinar.
Juanjo Muñoz Fuente:Portal OACA
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