El sufragio universal es una institución, un colectivo que atomiza o serializa a los hombres concretos y se dirige a ellos como entidades abstractas, los ciudadanos.
Jean Paul Sartre.
Las campañas electorales, como todos y todas sabemos, se basan en promesas para atraer el voto y en un enorme derroche económico para promocionar a las y los candidatos. El voto, ese fetiche casi sagrado, se convierte en un gran poder compuesto por millones de pequeños poderes para legitimar el régimen. Para las elecciones del 2012 la diversificación de votar trae como consecuencia nuevas formas de entender el voto. Si votar es casi la única forma de participación social en lo político (lo cual es peligroso) por lo menos, quien ha de participar en dicho juego, tiene una responsabilidad muy grande en sus manos.
A diferencia de otras campañas, las elecciones del 2012 presentan una verdadera preocupación ciudadana, sobre todo en los sectores identificados con la izquierda, por el posible triunfo del candidato del PRI a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto (EPN). El temor es real, pues se considera que la fuerza del PRI no sólo reside en la millonaria estrategia mediática, sino en el poder de enajenar a millones de posible votantes susceptibles de apoyar a EPN: priistas, simpatizantes y sobre todo, pobres. En una “democracia” donde 60 millones de personas viven en la pobreza, es fácil manipular el voto y más, si se tienen los recursos para hacerlo.
Hay un error en esta percepción ciudadana bajo estas circunstancias: el voto no sólo se manipula desde el marketing político, también se vota por tradición o por razones sentimentales y no sólo por conveniencia (elección racional) esto significa una complejidad de la decisión de votar (votar no significa elegir) más allá del evidente bombardeo de mensajes publicitarios y de las debilidades y fortalezas de los partidos candidatos. Es tan efectiva la enajenación electoral, que incluso puede invisibilizar la situación anómica de la república. Este año el ingrediente estudiantil le da un nuevo sentido a las campañas y, mientras esperamos el desenlace más allá de lo electoral, según promesa de las y los universitarios (#yosoy132) el cambio lo podemos notar ya en las opciones de voto:
Voto joven
El inesperado resurgimiento del/la estudiante como actor político, aunque representa a una reducida parte del electorado joven, goza de un gran capital simbólico en el imaginario social además de un entorno internacional favorable a la movilización juvenil-estudiantil. Este movimiento puede generar una mayor participación electoral en este grupo de edad, lo cual ya es decir bastante, pero lo más interesante es su posicionamiento más allá de las elecciones, es decir, como un agente de cambio.
Voto nulo
El polémico voto nulo, tan vilipendiado actualmente, es una forma de votar sin elegir a un candidato(a) ya sea dejando la boleta en blanco, escribiendo leyendas o garabatos, como también es una forma de abstencionismo cívico. El y la anulista, al igual que muchos(as) abstencionistas, realiza un acto consciente y razonado; es su forma de demostrar su rechazo, decepción o enojo con la política. El/la anulista, al igual que el/la abstencionista, por convicción no negocia su voto, su decisión está tomada.
Voto de castigo
El voto de castigo surge cuando el/la votante decide “castigar” al partido gobernante y vota por otra poción para sacarlo del poder. Así por ejemplo, en varios estados del norte de la república, el rechazo a los gobiernos priistas, el antipriismo, e incluso las venganzas de expriistas, concedió votos principalmente al Partido Acción Nacional (PAN) desde mediados de la década del ochenta del siglo pasado. “Ahora que roben otros” solía decir la gente en ciudades como Juárez o Chihuahua, pues se pensaba más en términos de súbditos(as) que de ciudadanos(as). El fenómeno se sigue extendiendo al resto del país conforme se da la alternancia en el poder político.
Voto útil
El voto útil consiste en votar por una opción política que no era la deseada, evitando el triunfo de otra opción aún menos deseada. Es una acción pragmática cuyo ejemplo más significativo y simbólico nos lleva inevitablemente a la elección del 2000 con el triunfo de Vicente Fox para “sacar al PRI del poder”. Hoy sigue promoviéndose esta forma de votar desde los mismos partidos políticos, buscando como siempre el número, la estadística favorable.
Pobreza de voto.
Es tanto una cuestión de cantidad (la ausencia de votantes o abstencionismo) como una cuestión simbólica y de calidad (voto inconsciente, manipulado o vendido) el resultado es el mismo: el voto se empobrece en cantidad y calidad. Una democracia donde menos del sesenta por ciento de sus ciudadanos(as) votan, es difícil considerarla como tal y menos aún cuando hay poca participación pública fuera de lo electoral. El sistema de partidos se las ha arreglado para alejar o acercar votantes, según convenga, así como para cooptar el voto de múltiples maneras. El éxito de este tipo de sistemas consiste en mantener empobrecida, analfabeta y despolitizada a la sociedad.
¿Votantes o electores?
Fuente:Carmugo Sociológico
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