martes, 8 de marzo de 2011

Toda formación social, al mismo tiempo que produce y para poder producir, debe reproducir las condiciones de su producción

Extracto del libro Ideología y aparatos ideológicos del Estado de Louis Althusser:

Decía Marx que aun un niño sabe que una formación social que no reproduzca las condiciones
de producción al mismo tiempo que produce, no sobrevivirá siquiera un año.
Por lo tanto, la condición final de la producción es la reproducción de las condiciones de
producción.
Puede ser "simple" (y se limita entonces a reproducir las anteriores condiciones
de producción) o "ampliada" (en cuyo caso las extiende). Dejaremos esta última
distinción a un lado.
¿Qué es pues la reproducción de las condiciones de producción?
Nos internamos aquí en un campo muy familiar (desde el tomo II de El Capital) pero, a
la vez, singularmente ignorado. Las tenaces evidencias (evidencias ideológicas de tipo
empirista) ofrecidas por el punto de vista de la mera producción e incluso de la simple
práctica productiva (abstracta ella misma con respecto al proceso de producción) se incorporan
de tal modo a nuestra conciencia cotidiana que es sumamente difícil, por no
decir casi imposible, elevarse hasta el punto de vista de la reproducción. Sin embargo,
cuando no se adopta tal punto de vista todo resulta abstracto y deformado (más que parcial),
aun en el nivel de la producción y, con mayor razón todavía, en el de la simple
práctica.
Intentaremos examinar las cosas metódicamente.
Para simplificar nuestra exposición, y considerando que toda formación social depende
de un modo de producción dominante, podemos decir que el proceso de producción
emplea las fuerzas productivas existentes en y bajo relaciones de producción definidas.
De donde resulta que, para existir, toda formación social, al mismo tiempo que produce
y para poder producir, debe reproducir las condiciones de su producción. Debe, pues,
reproducir:
1) las fuerzas productivas
2) las relaciones de producción existentes.


Reproducción de los medios de producción
 

Desde que Marx lo demostró en el tomo II de El Capital, todo el
mundo reconoce (incluso los economistas burgueses que trabajaban
en la contabilidad nacional, o los modernos teóricos
“macroeconomistas”) que no hay producción posible si no se asegura la reproducción de las condiciones materiales de la producción: la reproducción de los medios de producción.
Cualquier economista (que en esto no se diferencia de cualquier
capitalista) sabe que todos los años es necesario prever la reposición
de lo que se agota o gasta en la producción: materia prima,
instalaciones fijas (edificios), instrumentos de producción(máquinas), etc. Decimos: un economista cualquiera = un capitalista cualquiera, en cuanto ambos expresan el punto de vista de la empresa y se contentan con comentar lisa y llanamente los términos de la práctica contable de la empresa.
Pero sabemos, gracias al genio de Quesnay —que fue el primero que
planteó ese problema que “salta a la vista”— y al genio de Marx —
que lo resolvió—, que la reproducción de las condiciones materiales
de la producción no puede ser pensada a nivel de la empresa pues no es allí donde se da en sus condiciones reales. Lo que sucede en el nivel de la empresa es un efecto, que sólo da la idea de la necesidad de la reproducción, pero que no permite en absoluto pensar las condiciones y los mecanismos de la misma.
Basta reflexionar un solo instante para convencerse: el señor X,
capitalista, que produce telas de lana en su hilandería, debe
“reproducir” su materia prima, sus máquinas, etc. Pero quien las
produce para su producción no es él sino otros capitalistas: el señor
Y, un gran criador de ovejas de Australia; el señor Z, gran industrial
metalúrgico, productor de máquinas-herramienta, etc., etc., quienes,
para producir esos productos que condicionan la reproducción de las
condiciones de producción del señor X, deben a su vez reproducir las
condiciones de su propia producción, y así hasta el infinito: todo ello
en tales proporciones que en el mercado nacional (cuando no en el
mercado mundial) la demanda de medios de producción (para la
reproducción) pueda ser satisfecha por la oferta.
Para pensar este mecanismo que desemboca en una especia de “hilo
sin fin” es necesario seguir la trayectoria “global” de Marx, y estudiar especialmente en los tomos II y III de El Capital, las relaciones de circulación de capital entre el Sector I (producción de los medios de producción) y el Sector II (producción de los medios de consumo), y la realización de la plusvalía.

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