martes, 22 de marzo de 2011

Incidente nuclear

Por Acratosaurio Rex:

Los titulares de los periódicos de estos días, nos han mostrado cómo pueden coexistir en los gobernantes, los impulsos de pánico hablándonos de apocalipsis (1), junto con el optimismo más exacerbado, ese que afirma que por fin se ha demostrado que las centrales nucleares resisten (2) las catástrofes tremebundas.
Que un potentado haya hablado de “Apocalipsis Nuclear”, indica bien a las claras el acojone por el que está pasando esa gentuza. Si realmente un día de estos llegase un meteorito gigante, o saliese de las entrañas de la tierra un megabicho, ya sabemos la serenidad que podemos esperar de nuestros dirigentes: la misma que mostró Esperanza Aguirre cuando el atentado de Hotel Oberoy de Bombay, que salió corriendo en calcetines y dejó a su escolta sumida en la perplejidad ante su desaparición sobrenatural.
Y que los defensores de la energía nuclear afirmen que la Central Nuclear ha soportado la dura prueba del destino, nos muestra el carácter jovial, despreocupado y audaz de los científicos, empresarios energéticos y directivos que viven de ese asunto. Para ellos, una central nuclear destruida, a la que le fallan los dos sistemas de refrigeración a la vez, que se queda sin energía eléctrica, que estalla la bóveda protectora de hormigón dejando un amasijo de hierracos, que no fue la cosa a más gracias a los bomberos, y que en estos momentos emana un sospechoso humillo blanco…, es una central a prueba de maremotos.
Luego matizan, que ahí se ha quedado la cosa (de momento) y que no ha muerto casi nadie en el evento nuclear, un trabajador sustituible o así, frente a los miles de fallecidos en el tsunami. Recalcan los defensores que la seguridad de las centrales ha mejorado mucho desde Chernobil, que al fin y al cabo no era un país democrático, sino una dictadura y todo eso. Y añaden que si el público enloquecido exige el cierre de las centrales, entraremos en una era sin frigoríficos, sin televisión, sin ordenadores, sin antibióticos, sin aire acondicionado y sin teléfonos móviles, que desembocará en un mundo en el que la gente devorará carne humana para sobrevivir.
El concepto que manejan, a continuación, es el de “riesgo asumible”. ¿Quién no asumiría el riesgo de que pete un cacharro de esos en un atentado terrorista, en un bombardeo de chiflados, o en un experimento benévolo, a cambio de poder enchufar la tostadora? —preguntan con ojos enormes, esperanzados y húmedos (3).
Ellos no, desde luego. Esos defensores del progreso ven que les afectan niveles de radioactividad elevados, y cogen carrerilla hasta la otra punta del mundo, desde donde emitirían un comunicado satisfactorio diciendo que “afortunadamente, la raza humana se ha salvado de los peores pronósticos de los ecologistas”.
Aprendamos del optimismo empresarial. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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NOTAS
(2) Por ejemplo, El Foro de la Industria Nuclear se felicita de la "fortaleza" de las instalaciones nucleares, que han resistido un terremoto de enorme intensidad, el tsumani posterior y las sucesivas réplicas que se han sucedido en Japón. "Quien aproveche para atacar a las nucleares, hace un flaco favor a la sociedad", ha indicado hoy la presidenta de este foro, María Teresa Domínguez, durante el repaso que ha realizado sobre la situación de las centrales nucleares japonesas tras el terremoto y el tsunami.
(3) El editorial de ABC, expresaba su contundente y optimista opinión al respecto del riesgo asumible:
La verdad es que la energía nuclear está presente en la vida cotidiana desde hace bastante más de medio siglo y en todo este tiempo ha dado a la humanidad muchos más beneficios que inconvenientes. Se ha utilizado como medio de destrucción —como muchas otras invenciones—, y en el caso de los cientos de centrales nucleares que funcionan sin incidentes hay problemas, como el de los residuos, que esperan todavía una solución satisfactoria. Nada de ello debería impedir un debate sereno y realista sobre la energía nuclear, como tampoco la catástrofe de Bhopal (que mató en 1984 a unas 20.000 personas y afectó gravemente a medio millón) ha impedido que la industria química se desarrolle y aumente sus niveles de seguridad sin necesidad de discusiones milenaristas.

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