Raul, de Quebrantando el Silencio, tiene la buena y extraña habilidad de escribir artículos de índole personal, que me reflejan, con los que me siento identificado...
Koan
No acabo de adaptarme a
esta vida tan bipolar que llevo, siempre en una lucha constante entre lo que me
dictan la conciencia y el medio en el que vivo.
Es sorprendente la
cantidad de contradicciones con las que uno se puede encontrar en su vida
diaria y, el cómo afrontarlas y asumirlas forma parte de la estrategia vital de
cada uno y así conseguir mantenerse cuerdo en un mundo tan extraño y ajeno para
cualquiera que sea capaz de situar en el primer plano de sus principios la
libertad y el respeto a cualquier forma de vida.
En no pocas ocasiones
hablamos de un sistema explotador que arrasa con la naturaleza y con la vida
sin ningún reparo; de una maquinaria primaria de la muerte que actúa por todo
el mundo aniquilando vidas humanas con una creciente efectividad; de una
maquinaria secundaria (grandes transnacionales, grandes bancos y toda la jauría
de inversores) que actúa con extremada eficacia en el exterminio humano. En pos
del máximo beneficio económico dictaminan en qué partes del planeta la gente
debe morir de hambre, determinan qué enfermedades y de qué manera van a incidir
sobre los seres vivos del planeta, decretan qué tierras deben ser arrasadas y
sobreexplotadas en pos del bien de la humanidad cuyas nefastas consecuencias
pagamos y seguiremos pagando con creces durante toda la vida.
De todo esto y mucho
más hablamos y discutimos, nos posicionamos claramente en contra y en muchas
ocasiones participamos en acciones y proyectos de protesta y de alternativa a
todo ello (al menos esa es la idea con la que lo hacemos). Sin embargo, no
podemos obviar dónde vivimos y cuáles son los códigos imperantes en esta
sociedad, las relaciones interpersonales que mantenemos de forma más o menos
deseada (amistades, familia, vecindario, entorno laboral y/o educativo…) y
nuestra relación con el poder imperante. Es en este vasto ámbito donde surgen
esas contradicciones diarias entre nuestra manera de hacer y vivir y nuestra
forma de pensar y sentir. La distancia entre ambas define un interrogante cuya
respuesta nos encamina hacia dos vías que transcurren entrecruzándose a lo
largo de los tiempos. Obviamente, las vías tienen diferentes grados porque son
muchas las variables que les afectan.
Por un lado, tenemos a
las personas conscientes que sufren con dichas contradicciones y tratan de
acortar la distancia entre su vida real y su vida ideal con todo el desgaste
que eso supone. La capacidad de ir superando o, por lo menos, encajando estas
contradicciones en nuestra forma de vida va directamente ligada a la
profundidad de los valores e ideales de cada uno. Esta vía exige un esfuerzo
constante y estar dispuestos a aceptar en muchas ocasiones la incomprensión del
entorno inmediato. Por supuesto, supone estar dispuesto a enfrentarse a la
violencia del sistema a todos los niveles (económico, social, policial,
judicial…) pero sin duda, lo más difícil es enfrentarse a uno mismo; mantener
esa coherencia íntima que permite mantener la cordura para seguir avanzando y
no dejarse ir ni sucumbir a los cantos de sirena de una sociedad consumista que
ofrece oportunidades de evasión mental sin fin.
Por otro lado, nos
encontramos con esas personas que no consideran que existe ninguna contradicción
a pesar de la enorme distancia que hay entre aquello que predican y lo que
hacen en su vida. Mejor dicho, o no existen o las consideran absolutamente
insalvables y por el momento no hay nada que puedan hacer con ellas. Ésta es
una posición de todo o nada (concretamente revolución o nada) y como tal, concentra
sus esfuerzos en esa hipotética revolución que no acaba de llegar, mientras
tanto se trata de pasar la vida lo mejor posible entre discursos y soflamas.
Cualquiera de las dos
vías es respetable, personalmente me identifico con la primera vía aunque
reconozco que me cuesta muchísimo superar ciertas contradicciones y muchas
veces veo un poco lejano el horizonte de cordura que me gustaría alcanzar.
Sinceramente, ya no creo en el discurso de revolución o nada y cada vez creo
menos en las personas que lo defienden pero soy consciente que cada uno tiene
su forma de afrontar la existencia y sus propias contradicciones.
Siempre he sido
partidario de tratar de ser lo más coherente posible con mis ideas, eso es lo
que puedo aportar a los demás y a mí mismo.Fuente: Quebrantando el silencio
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