El pasado 24 de abril un edificio que albergaba talleres del gremio del textil, se venía abajo en Bangladesh. En días previos se había denunciado a las autoridades encargadas de la ley y tal, la aparición de grietas en el inmueble. Las sucesivas inspecciones no implicaron el desalojo de los trabajadores, que fueron obligados a continuar con sus tareas, so pena de cese. Los pistoleros de la ropa, no podían perder su cuota de mercado, ya que trabajan bajo pedido y presión de grandes compañías occidentales, Corte inglés, Primark, Loblaw, Group PWT, Mango, Carefour, Walmart, Dysney, C&A…, a las que les basta con cambiar de taller no más se retrasen un día. No son empresas que radiquen en Corea del Norte, en Arabia Saudí o en Venezuela. Son tiburones de España, Inglaterra, Dinamarca o Canadá. En estos momentos sus directivos se lamentan de los inconvenientes y se afanan buscando nuevos subcontratistas, que sígales usted la pista. Como suele decirse, el espectáculo ha de continuar.
Lejos de ser un hecho puntual, los llamados accidentes en el sector del textil de Bangladesh, ocupan portadas a lo largo del año. Cientos, miles de muertos en tragedias industriales, en países altamente competitivos como Bangladesh, China, India… Que están produciendo a todo vapor la ropa del mundo (1).
Mientras en España se liquidaba a precio de risa la industria textil catalana y andaluza, se trasladaba la producción a los países mencionados. Bangladesh, uno de los países más pobres del Planeta, abría zonas especiales a capital sin manías nacionales en los años 80 y 90: terreno barato, agua y electricidad subvencionada, nula legislación medioambiental, trabajadoras no sindicadas, salario según productividad, jornadas decimonónicas. Y, encima, tener un empleo es un privilegio.
 Gracias a ello Bangladesh es campeón del textil, crece su PIB al 6% y no tiene problemas de crisis económica. Sus trabajadores, 90% de mujeres, niñas de ocho años, y ancianas porque apenas hay que si no… , trabajan en agotadoras jornadas, por la fastuosa y principesca suma de 28 a 32 euros al mes. Las empresas no están obligadas a depurar los vertidos. Los talleres son ratoneras llenas de polvo, partículas, pelusas, moléculas complejas, sin extintores, sin ventilación, con máquinas de chorro de arena para desgastar la ropa vaquera al gusto alternativo. Por lo que a las víctimas de incendios, derrumbes y accidentes industriales, hay que sumar las víctimas de enfermedades del sistema respiratorio, tumores producidos por inhalación de productos químicos y otras mierdas innombrables, arsénico en el agua, ciclones y tragedias que dejan la masacre terrorista de Boston, a la altura de un pic nic.
Que vaya la lata que han dado los gringos con Boston estos días, y lo que queda por sufrir.
Pueblo, mira a tu alrededor y piensa en quién lo produce todo. Y a qué precio. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.